domingo, 21 de agosto de 2016

rosa

empecé a correr por mi cabello como si fuera realmente un jardín, conseguí las flores en mis orejas que me ayudan a escuchar mejor, caminé por mi quijada y le di un besito a mi mejilla como saludo, allí estaba la casita en el árbol justo en el medio de las cejas, junto a los diamantes que caían de los ojos, pensaba que no lo vería más nunca.

las paredes rosas, las palabras de poesía preciosa que estaban regadas por todas las ventanas, en negro, y cuando pegaba el sol, las letras hacían sombra, porque estaban más que presentes, mi compañía, mi escape de la vida.

había que sacudir los ojos, quise decir polvo, que entraba de vez en cuando con sus cejas, como colitas de perros que mostraban todas sus emociones, sólo que éstas eran humanas y juzgadoras. se sacudían y aparte de limpio, el ambiente se sentía ligero, ya no habían miradas indeseadas, quise decir ya no había polvo que ahoga.

bajo por el tobogán de mi nariz y me dan cosquillas infinitas, así que estornudo y casi salen estrellas de lo disparada que salí y caí sobre la almohada rosa al igual que caen mis pensamientos sobre posibles oraciones para empezar o terminar poemas, tuve que entonces subir las escaleras de mi brazo, contando con un nombre cada escalón por orden del abecedario, Alicia, Beatriz, Carol, Daisy, Esteban, Fabian, Gustavo y así sucesivamente hasta poderme sentar sobre mi hombro, para ver hacia donde fuera.

al llegar a la piscina, duramos horas flotando, allí acostada sobre el agua el cielo se convirtió en mi horizonte, en mi objetivo, se sintió como querer volver a ser uno con el universo, entender, comprender, aceptar.

descubrí que físicamente la naturaleza y el cielo no se tocan, pero de alguna manera están conectados, porque al quedarme ciega por la luz del sol, de repente pensé que las nubes también son arboles porque dan sombra y tienen otoño, no caen hojas sino gotas, y llovía...

al llegar a casa, mientras comía cepillado de uva con cambur me di cuenta que mi piel estaba rosa por quemarse con el sol, y había dejado marcas, se veían figuras como las de las nubes, o como las formas de las cerámicas del baño, como una simbología personal creada por la estrella más grande, el corazón de tanto amor acumulado, la estrella por las ganas de alcanzar el cielo, siempre querer mejorar, la luna porque mamá siempre estará presente, los bambús por mi interés en la filosofía o creencias asiáticas, y la margarita que a veces representa a la virgen por mi signo zodiacal.

el mejor final para esta mini historia/cuento o como desee el lector que sea llamado, escampa con un atardecer rosa, que se vuelve estrellas, que se vuelve planetas, que se vuelve borrosa del sueño, se va y reposa.

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